El proyecto consiste en un complejo que combina un café y una tienda de flores, gestionado por un agricultor que cultiva crisantemos occidentales (mums) en la ciudad de Marugame, en la prefectura de Kagawa, Japón. Los crisantemos se distinguen por sus tallos rectos y flores exuberantes, con hasta cuatrocientas variedades. En Japón, suelen estar relacionados con bodas y funerales, pero el agricultor busca mostrar la belleza que aportan a la vida cotidiana a través de la gastronomía.

El paisaje, compuesto por la sucesión de invernaderos y tanques de agua, dialoga con la estética ordenada de los crisantemos, cuyos tallos verticales aportan una sensación de dignidad y armonía. 

Para mantener la belleza funcional de la granja, el almacén fue preservado en su estado original tanto en el interior como en el exterior, funcionando como una nueva tienda. La arquitectura incorpora la dualidad de la tierra extendiéndose horizontalmente y los tallos creciendo verticalmente.

El espacio interior se divide en dos áreas mediante la apertura existente, separando la tienda del café. Los elementos funcionales, como la cocina y el área de asientos, se integran en un volumen dentro del almacén, como una estructura autónoma, sin afectar al edificio original.

Frente a la gran apertura, se diseñó un mostrador que parece emerger del suelo, evocando la conexión con la tierra, fuente de inspiración tomada de la falda del monte Iino, también conocido como “Sanuki Fuji”. El pavimento de la calle se extiende desde el suelo hasta el mostrador, manteniendo la textura delicada y la resistencia necesaria.

El diseño enfatiza la dirección horizontal del espacio, mientras que la forma del tallo del crisantemo se refleja en diversos elementos como los bordes de los bancos exteriores, la baranda de la entrada, la iluminación original con tubos fluorescentes y la vitrina acrílica para los dulces.

El área de asientos del café se ubica en la zona de trabajo de la granja, donde se reemplazaron las antiguas ventanas por una gran abertura de vidrio que permite integrar la vida cotidiana de la granja como parte del paisaje interior. Las mesas, diseñadas como floreros, reflejan la esencia del cultivo en cada detalle del espacio.