El proyecto ocupa un terreno de ancho típico y poca profundidad (8,66 m x 22 m) en el barrio de Colegiales, en la Ciudad de Buenos Aires. El edificio reúne cuatro viviendas y un estudio organizados en dos bloques, divididos por un patio. A pesar de sus diferencias de conformación y metraje, cuentan con el acceso como denominador común, que se da a través de un zaguán que establece la transición entre el interior y el exterior, además de construir un umbral intermedio entre la calle, las galerías comunes y la vivienda privada.
Las galerías comunes y la escalera se posicionan transversalmente a la profundidad del lote, y propician un recorrido de condiciones lumínicas y de escala cambiantes, que remata en la cuarta planta, en un techo vidriado que desdibuja el límite horizontal.
Tanto por sus dimensiones como por su disposición estratégica, el recorrido favorece el intercambio social entre vecinos y espacios para diversos usos.
El núcleo del ascensor de hormigón texturado ofrece un contrapunto con las galerías horizontales que acompañan la circulación y los espacios de ingreso.
Tanto las fachadas como las caras internas de los espacios comunes fueron trabajadas con una malla metálica reticulada a modo de filtro, que permite formar varias capas yuxtapuestas en el espesor de las envolventes.
La malla está compuesta por varillas de acero aletado. El estudio aprovechó la flexibilidad del material para construir límites de distintos espesores y grados de transparencia según las distintas necesidades. En este sentido, las mallas conforman rejas de protección, parasoles, barandas y pantallas.
Entre las capas de mallas del frente y contrafrente y el cuerpo de hormigón se dejó un espacio que facilita la incorporación de vegetación como parte del conjunto. Las sombras proyectadas por el sistema de las fachadas se modifican continuamente, según el momento del día.