El nuevo Museo Judío abrió sus puertas en octubre de este año en la ciudad alemana de Fráncfort del Meno. El proyecto fue desarrollado por Staab Architekten e incluyó la restauración de dos edificios históricos, el Rothschild Palais y el Untermainkai 14, además de la construcción de un nuevo edificio para ampliar los usos del predio y abarcar un público más diverso.
El predio original fue inaugurado en 1988 y se lo considera el museo judío independiente más antiguo del país. La institución cuenta con una amplia colección de elementos, documentos y fotografías que constituyen el acervo de la historia de la cultura judía en Fráncfort. De esta manera, la nueva construcción complementa las salas de exposición permanente de los edificios antiguos e incorpora un área destinada a conferencias y simposios, una biblioteca, salas para exposiciones temporales y una cafetería kosher.
Para preservar los jardines y las áreas de servicio de las antiguas construcciones, el nuevo edificio se diseñó como una robusta estructura autónoma que se sitúa por detrás de los edificios clasicistas. No obstante, hacia los laterales el proyecto se percibe como un gran conjunto que encierra una plaza que oficia de acceso.
Si bien la fachada del nuevo edificio refleja su carácter contemporáneo, recoge ciertas características de las fachadas clasicistas: la estructuración horizontal, el color del yeso del revestimiento y el énfasis en los zócalos.
El efecto de conjunto entre las partes se reforzó en distintos niveles. Por un lado, a partir de la posición urbana de las edificaciones y el equilibrio de los volúmenes. Por otro lado, mediante los distintos tipos de recorridos que atraviesan los niveles.
Al ingresar al salón del nuevo edificio por la entrada principal, los visitantes acceden a un área de eventos con un pequeño vestíbulo. En el lateral, una amplia escalera conduce a las salas de exposición permanente de los edificios antiguos y a la de exposición temporal ubicada en el nivel inferior.
Desde el espacio central, amplio y abierto, las personas pueden encontrar intuitivamente el camino hacia los diversos servicios que ofrece el museo. Las superficies de hormigón visto y la disposición fluida crean una sensación espacial de unidad, reforzada por la luz cenital.
Las salas cuentan con ventanales orientados al exterior, que brindan luz natural y vistas hacia el entorno; y hacia el interior, que comunican visualmente los distintos espacios.
En cuanto a la restauración de los edificios antiguos, el primer paso consistió en eliminar los elementos accesorios añadidos en 1980, y de este modo volver a destacar sus estructuras. A las áreas donde ya no existían las superficies originales se les dio un aspecto sencillo que no opacara.
Los espacios de circulación, pintados de blanco, conducen a las distintas salas de exposición permanente.
La paleta de colores blancos y pardos brindan un aspecto cálido a las salas. Las molduras de las paredes fueron pintadas sutilmente de color dorado para resaltar aún más los detalles y el esplendor de cada sala.