La exploración de los espacios domésticos es una actividad que siempre debe estar en curso, trabajar sobre variaciones creativas de soportes y escenarios para la vida cotidiana es de suma importancia.
Si existiera una definición para una familia actual estándar, estadísticamente sería la siguiente: un conjunto de cohabitantes de un espacio determinado, no necesariamente procedentes de la misma paternidad. Estos cohabitantes tienen ritmos diferentes, vidas diferentes. Se reúnen y pasan tiempo juntos en casa, y a veces navegan entre distintos hogares.
Así, hoy en día, las casas están ocupadas temporal y permanentemente. Niños y adultos van y vienen. En un momento dado todos son adultos y los usos de los espacios necesitan redefinirse, reconfigurarse. Se utilizó la frase “si existiera” en el párrafo anterior, porque la realidad es que una familia actual estándar no se puede definir.
El reconocimiento de las diversidades habitacionales no parece poseer un lugar en las normas arquitectónicas, jurídicas y culturales. Las casas se siguen considerando, en su gran mayoría, como lugares estáticos para familias normalizadas que a nuestra profesión le gusta clasificar en tipos.
Los miles de pisos que se piensan y construyen bajo normas y reglamentos oficiales siguen una imagen muy determinada de la familia. ¿Es esta imagen programática?
Como todos saben y experimentan, la vida es a veces bastante agitada e incluso imprevisible. ¿Cómo absorben los hogares y las casas estos movimientos inesperados de la vida? Lo que la arquitecta Mary Otis Stevens describió como el flujo de la vida humana, no es más que nuestra forma muy natural de ser, de agruparnos y desagruparnos temporal o permanentemente. Entonces, ¿encuentra la elasticidad de los habitantes como grupo respuestas espaciales en nuestros hogares?
En el caso de este departamento, un antiguo consultorio odontológico, se intenta acoger ese “flujo”, permanecer abierto para mantener las posibilidades de evolución espacial expuestas a lo que pueda ocurrir con el tiempo.
La base existente ayudó a configurar el diseño. El pequeño edificio se proyectó para un uso mixto de modestos estudios de artistas, locales comerciales y viviendas, a principios de la década de 1980. El espacio está estructuralmente libre, dejando entrar la luz a través de dos claraboyas transversales, perpendiculares a las importantes aberturas orientadas al norte.
La propia idea de apertura se traduce en una experiencia física, ya que prácticamente no hay divisiones internas. Los espacios se definen utilizando un recurso distinto a los tabiques: una serie de cortinas.
Cortinas y superficies acristaladas organizan las posibilidades de percibir e impedir, abrir, cerrar y otras situaciones intermedias.
Los textiles, los muebles y la luz se despliegan, provocando diferentes situaciones, visuales y sensoriales. La experiencia material doméstica está envuelta principalmente en paneles de madera industriales, suelos utilizados obsesivamente y particiones necesarias.
Muebles, objetos, alfombras y elementos empotrados, son tratados como si todo estuviera vivo, como un dinámico escenario teatral sin espectadores, donde todo forma parte de una relación, de una conversación, moviéndose y desplazándose en cualquier momento. La posibilidad del desorden está presente en todo momento.