Situada en el corazón de la milenaria ciudadela de Bonifacio, la guardería forma parte del patrimonio militar, geológico y sedimentario de la ciudad. Rodeada de murallas, pasarelas y fortificaciones, la meseta calcárea acoge hoy una nueva capa de su historia, transformando este antiguo barrio de Montlaur.
Tres molinos de viento de piedra caliza se erigen en el paisaje, enfatizando la fuerza física poderosa.
El proyecto destaca el símbolo del claustro con su forma cuadrilátera, albergando un jardín en su interior enmarcado por galerías.
El hormigón de cal, material experimental, remite a la identidad de la ciudadela y a sus murallas. Como en el hormigón romano, sin cemento ni armadura, perpetúa en el edificio el fenómeno de la estratificación geológica.
La guardería de Montlaur crea una poderosa relación física y cromática con su entorno. Tanto la rugosidad como los colores del material reflejan profundamente la identidad de la ciudad.
La obra es como un laboratorio al aire libre: un territorio de experimentación tanto por las herramientas utilizadas y las técnicas aplicadas como por la coordinación entre albañiles, ingenieros e incluso especialistas en cal.
Las aplicaciones ancestrales acompañadas por un enfoque científico, estuvieron siempre en el centro de la estrategia de fabricación.
La recuperación de esas técnicas elementales y ancestrales, como la configuración del espacio, la materialidad, el grosor de la fachada o la inercia del edificio, permite opciones de refrigeración por aire de bajo consumo energético.
El microclima del jardín interior completa la composición pasiva del edificio con su césped y sus moreras que garantizan el confort térmico exterior, generan sombra en verano y dejan pasar la luz en invierno.