Una casa a orillas del Lago Los Molinos para una familia que, después de la cuarentena de Covid, decide escapar de la ciudad para vivir en conexión con el agua y la montaña. El terreno, con suave pendiente hacia el lago, ofrece vistas diagonales del agua y de las Sierras Chicas del sudoeste cordobés.
El proyecto, ubicado en una parcela amplia y alargada, se organiza en el punto más elevado del terreno, cercano a la calle. Un muro ciego de piedra marca el límite máximo de construcción, definiendo un cuadrado de catorce metros por lado. Este muro se presenta cerrado hacia la calle y las medianeras, asegurando la privacidad de la vivienda, mientras que hacia el lago se abre estratégicamente para enmarcar las vistas del paisaje natural. Desde el interior y a través del patio de acceso, las visuales trascienden el muro, incorporando el cercano cordón montañoso como parte del espacio habitado. El patio, concebido como un umbral entre la calle y el hogar, se convierte en un lugar de pausa, contemplación y encuentro.
La casa aprovecha la pendiente natural del terreno, integrándola en su sección arquitectónica. El recorrido por la vivienda se traduce en un descenso gradual que guía hacia el lago, acompañando la topografía y conectando de manera fluida con el entorno.
Cinco volúmenes de hormigón, destinados a las funciones utilitarias, sostienen una cubierta inclinada del mismo material que resguarda la vivienda del sol y la lluvia. Su disposición estratégica estructura y organiza el programa arquitectónico de la casa, creando una distribución funcional y fluida.
Entre los volúmenes estructurales, los espacios se conectan de forma continua, eliminando la necesidad de pasillos y destinando esa superficie a áreas de encuentro familiar, fomentando la convivencia y la integración.