Guillermo Hevia García es arquitecto graduado en la Pontificia Universidad Católica de Chile (2011). En 2017 recibió el Premio “Promoción Joven” del Colegio de Arquitectos, en reconocimiento a la trayectoria destacada de un arquitecto menor de 35 años. En 2015 creó su Oficina de Arquitectura e Investigación, donde trabaja de manera independiente en el desarrollo de proyectos de diferentes escalas, concursos públicos y autoencargos. En paralelo lleva a cabo investigaciones en torno al desarrollo de la arquitectura desde un imaginario cultural en constante revisión y edición. Actualmente vive en la ciudad de Nueva York, donde cursa la Maestría en Advance Architectural Design de la Universidad de Columbia.
¿En qué momento decidiste ser arquitecto/a?
El hecho de que mi padre fuera arquitecto tuvo importancia, en el sentido de que antes de entrar a estudiar me había tocado vivir con la arquitectura y ver el ejercicio de la profesión en la vida diaria. Quizás la pregunta que me he planteado constantemente mientras he estudiado, trabajado y ahora que he vuelto a estudiar es ¿qué tipo de arquitecto quiero ser?, entendiendo que se puede ser más de uno al mismo tiempo, y que también puede ir variando con el paso del tiempo. Quizás uno de los aspectos más interesantes de la profesión hoy en día es el hecho de que los campos de ejercicio son múltiples y simultáneos, algo impensado hace algunos años atrás.
¿Qué libro (u otro soporte: disco/revista/ensayo) te acompañó y acompaña a lo largo del tiempo?
Más que un libro, texto o ensayo específico, diría que me ha acompañado un interés por diversos campos culturales simultáneos. Esta idea da sentido a mi forma de trabajo que establece una relación con la construcción de imaginarios, una colección subjetiva en constante construcción y revisión. Esta colección se compone de intereses personales, obsesiones, líneas de investigación, trabajos de arte, fragmentos de cine, piezas literarias, objetos, fotografías, pinturas o memorias, propias y regaladas por terceros. Este imaginario es el sustrato a partir del cual comienza cada uno de mis proyectos, que permite establecer relaciones entre ellos y que responden finalmente a una construcción cultural personal, un imaginario subjetivo y que tiene su materialización física en una biblioteca.
¿Hacia dónde debería dirigirse siempre la arquitectura?
La arquitectura no debería dirigirse hacia un punto o lugar en específico, sino que debería moverse al mismo tiempo en direcciones opuestas, algo más parecido a una mancha que a una línea. Lo interesante es ese perímetro que conecta todas esas direcciones. Me parece importante recuperar un discurso crítico desde la práctica, donde entiendo que hacer no es solo hacer, sino que sobretodo es pensar, hay que poner en valor ese pensamiento en torno al proyecto. Al mismo tiempo la historia, y sobre todo la crítica y la investigación, empiezan a cobrar un nuevo rol que creo hay que explotar más aún, tendiendo puentes con la práctica. La representación también ha recuperado un valor que es importante profundizar. Finalmente la arquitectura también debe recuperar un rol dentro de la sociedad y la política como un actor y una disciplina capaz de construir nuevas relaciones sociales.