

Fundado en 1913 con el nombre de Odeón, por su escenario pasaron grandes figuras del espectáculo, tanto argentinas como internacionales. Durante casi todo el siglo XX fue uno de los íconos de la actividad cultural de la ciudad de Córdoba. Luego de varias reformas y un cambio de nombre, en 1978 se llevó a cabo la última gran intervención, que alteró tanto el carácter como la estética original del edificio. En 2005, y ante la inminente demolición prevista por sus propietarios, entonces al borde de la quiebra, una ordenanza municipal lo declaró “componente del patrimonio arquitectónico y urbanístico de la ciudad”, no por su valor arquitectónico, sino para evitar la pérdida de un referente cultural de Córdoba y garantizar el derecho ciudadano al acceso a los bienes culturales. En 2007, un incendio lo devastó casi por completo. Desde entonces, comenzaron las gestiones administrativas para su reconstrucción, sin resultados concretos.


El patrimonio no reside solo en el legado de pequeñas obras: también habita en las grandes construcciones que las ciudades nos proponen para comprender su historia, su hacer, su devenir. En este caso, no había más que destrucción: muros deteriorados, imágenes del incendio, desmoronamiento. Solo quedaba la memoria.

La propuesta plantea conservar los muros existentes, hacer visibles las huellas del incendio y registrar las estructuras deterioradas, incorporando estos rastros a los nuevos procesos de reconstrucción. Un teatro abierto sin las históricas circulaciones de servicio laterales, que ya no existen, entendiendo que el valor espacial se encuentra en la caja escénica completa. Esta operación convierte la escena en un teatro de trescientos sesenta grados, donde el público y los actores pueden intercambiar sus roles y posiciones. Se plantea un espacio accesible, apropiable por toda la comunidad; despojado, transparente y permeable donde las estructuras edilicias lo permiten.

La sala principal se recupera, retirada del escenario para ampliar su flexibilidad. Dos salas de ensayo, con potencial para usos múltiples, se cierran con cortinas. Un recorrido periférico permite al público permanecer de pie o utilizar las sillas incorporadas.


El foyer se resuelve como un espacio continuo, sin muros que sectorizan los ingresos de artistas y espectadores. Un cielorraso de acero inoxidable refleja el público, duplica su volumen, y trastoca la relación de éste entre cuerpo y espacio. El acceso a las plateas, salas de ensayos y sectores de reunión se organiza mediante escaleras abiertas, que permiten una observación total del movimiento interior.

La fachada se define como una caja negra, sin estridencias, revestida en venecitas, que resalta la vida interior del teatro y extiende el espacio público hacia adentro, generando una zona semicubierta de uso abierto a los ciudadanos.
Los materiales elegidos buscan dotar al teatro de una imagen accesible: pisos graníticos que continúan la vereda hacia el interior de la sala; barandas realizadas con hierros de obra y estructuras de hormigón martelinado que recuperan una textura análoga a las envolventes conservadas.

