
Portal Bosque es un club social y cultural en las afueras de La Barra, una localidad costera tradicionalmente balnearia que, desde la pandemia, experimentó un fuerte crecimiento poblacional. Ante la falta de infraestructura cultural para esta comunidad en expansión –principalmente familias jóvenes–, el proyecto responde ofreciendo actividades artísticas y educativas en estrecha relación con la naturaleza. Concebido para preservar el carácter original del bosque, el programa se fragmenta en una serie de pabellones dispersos entre los árboles, que comparten una lógica diagramática –un espacio central regular asistido por plug-ins circulares– pero difieren en materialidad y configuración según su uso. Los visitantes los descubren como episodios autónomos que, aunque diversos, componen un paisaje cultural continuo entre arquitectura y entorno natural.

Uno de estos pabellones es el Centro de Aprendizaje, concebido para complementar la educación tradicional a través de talleres creativos, cursos tecnológicos y actividades culturales. Su implantación aprovecha un claro preexistente dentro del denso bosque de pinos y especies vernáculas, reduciendo al mínimo la intervención. El edificio, de perímetro orgánico, se adapta al relieve y emplea madera de reforestación como material constructivo principal, lo que permite un eventual desmontaje futuro.


El diseño se desarrolló junto al equipo pedagógico con el fin de ofrecer una variedad de espacios destinados al aprendizaje y la creatividad de los niños. El bosque actúa como primer ámbito educativo, su integración con la arquitectura promueve una relación respetuosa y enriquecedora entre hábitat humano y entorno natural.


El programa comprende salas específicas para distintos grupos y actividades, junto a un espacio común amplio y versátil para la integración, exhibición y socialización. Esta disposición se articula en torno a un cuadrado central rodeado por aulas circulares tangentes al perímetro, consagradas a espacios para Artes y Oficios, Música, Audiovisual, Biblioteca y un Fab Lab. Las aulas, de menor escala y piel translúcida, adquieren un carácter introspectivo que favorece la concentración. Se abren hacia el núcleo central, más alto y flexible, delimitado por un cerramiento transparente que vincula el interior y el bosque a través de los intersticios entre volúmenes.


Desde el bosque, el edificio aparece bajo, orgánico y bañado por la luz. Su horizontalidad contrasta con la verticalidad de los árboles, mientras la madera en sentido vertical refuerza la continuidad con el entorno. La interacción entre muros curvos y rectos, espacios abiertos y cerrados, luces y sombras, transparencias y translucidez traslada parte de la experiencia sensorial del bosque al interior.

Desde su apertura, el Centro de Aprendizaje mantiene un programa constante de talleres, clases y exhibiciones abiertas a las familias. En determinadas jornadas, las actividades se extienden al anochecer, y el edificio funciona como una lámpara tenue entre los árboles.

Además de sus usos previstos, el espacio se resignifica de manera lúdica e imprevisible: al recorrerlo durante un paseo, trazar recorridos radiales entre aulas y patio, o disfrutar momentos de calma en la biblioteca. La arquitectura actúa como una extensión viva del bosque, propiciando el descubrimiento y la contemplación.

