Las conexiones entre el Mingei, el movimiento japonés de arte popular, y el Arts and Crafts inglés han sido objeto de amplio debate. Ambos movimientos nacieron en tiempos de rápida industrialización y se utilizaron para promover un nacionalismo trágico. ¿Cómo podrían trasladarse a una época de capitalismo globalizado en la que las imágenes apátridas e inéditas de nuestros feeds de Instagram se han convertido en nuestra identidad cultural?
Goodbye Horses es un bar local ubicado en un barrio residencial de una metrópolis multicultural, que ofrece una perspectiva contemporánea sobre una rica tradición regional. Las reflexiones sobre la artesanía local, los materiales naturales, el patrimonio cultural y las influencias interculturales constituyen el núcleo del desarrollo del proyecto.
La barra de madera de diez metros de largo, colocada a una altura poco convencional, es el elemento central del espacio, funcionando además como mostrador, banco de cocina y mesa de comedor. Inspirados en técnicas de ebanistería rústica y vernácula, la barra y los muebles hechos a medida que la rodean están construidos íntegramente a partir de un único roble de gran tamaño.
Cada parte del tronco se utiliza con cuidado, revelando las vetas, la corteza y las grietas de este gigante centenario. Los taburetes y las lámparas se construyeron con el mismo roble macizo, combinado con papel de fibra de cáñamo japonés, vidrio italiano fundido a mano, piedra volcánica y latón oxidado. El grotesco italiano y el wabi-sabi japonés se encuentran casualmente con el revival medieval inglés en una ecléctica mezcla de referencias culturales.
Las paredes existentes se pintaron con cal y yeso, y el techo fue revestido con un enlucido de cal texturizado a mano. El suelo de tierra batida, muy utilizado en los primeros tiempos de las tabernas rurales, está hecho con una mezcla de tierra, paja y arcilla, revestida con aceite de linaza natural.
Tanto en el jardín como en zonas del suelo con mucho tráfico, se utilizaron losas de Yorkstone recuperadas. La artista Lucy Stein pintó a mano las cortinas de arpillera que abrazan el espacio, inspirada en el folclore y la mitología británicos. Sus motivos evocadores y radicalmente contemporáneos expresan la contradictoria pero fascinante relación entre los temas globalizados y el discurso local.