Los tejados a dos aguas, uno revestido con tejas y el otro cubierto de vegetación, contribuyen a definir su identidad. El tejado inclinado y  verde, que se abre hacia el patio, se integra en el conjunto como un prado de flores naturales, el paisaje crece sobre él y forma una unidad natural.

La materialidad del proyecto se inspira en la riqueza del entorno circundante: la madera proviene de los bosques aledaños, las piedras de mampostería son de origen local y el hormigón adquiere tonalidades terrosas gracias a la arcilla producida con la tierra del lugar, siendo moldeado con encofrado cepillado elaborado con tablones de madera. 

Además, el material extraído durante las excavaciones es reintegrado en el conjunto, fusionándose con las distintas capas de altura del diseño.

Al llegar al sitio, lo primero que se reconoce es la avenida de árboles que enmarca la vista. Luego, un primer volumen, compuesto por un edificio construido con madera y cubierto de tejas del mismo material, guía la mirada sobre los prados y la pendiente del paisaje circundante.

El proyecto aspira a ser un espacio de bienestar que refleja los valores que definen su entorno exterior: una sencillez cultivada, una estrecha relación con la naturaleza, una abundancia de luz y calidez, una sensación atemporal y un aura de singularidad.

En el edificio principal, una banda de hormigón forma el contorno de la arquitectura, definiendo el carácter de las fachadas.

Estas bandas funcionan con voladizos y rebajes de los elementos verticales, con superficies abiertas y cerradas y detalles coloridos como bajantes sobredimensionados. En el interior, se trabaja con luz natural y se pone atención a las transiciones.

Se empleó madera de abeto enjabonado en blanco tanto para las paredes como para los muebles, otorgando una atmósfera cálida y acogedora al espacio. 

Destacan además detalles especiales, delicadamente pintados en el característico color rojo local, que añaden un toque de singularidad y refinamiento al diseño.