Sede comunitaria Mejillones

Un espacio de encuentro que responde a las necesidades bioclimáticas de la región desértica de Antofagasta.

Fotografía Pablo Casals Aguirre

El proyecto nace del programa Quiero Mi barrio, iniciativa desarrollada por el gobierno de Chile para mejorar la calidad de vida en más de 300 barrios vulnerables de todo el país. El espacio de encuentro y deliberación corresponde a un proyecto priorizado por los propios vecinos de la población Salvador Allende, quienes luego de años de gestiones lograron conseguir el terreno ubicado estratégicamente en la cabecera del barrio.

Fotografía Pablo Casals Aguirre
Axonométrica

La población Salvador Allende se emplaza en la periferia de la ciudad de Mejillones, una localidad ubicada en la planicie costera a 65 km al norte de la ciudad de Antofagasta, en pleno desierto de Atacama. Históricamente, Mejillones se caracterizó por su fuerte actividad minera; y en las últimas décadas se intensificó la actividad industrial con la instalación de plantas termoeléctricas que contaminaron el mar.

Fotografía Pablo Casals Aguirre
Fotografía Pablo Casals Aguirre

Por todo ello surgió en la comunidad la urgencia de consolidar el proyecto como un centro de encuentro, donde además de realizar actividades cotidianas y de interacción social, se pueda dar lugar a la junta de vecinos y su rol de gestión para la solución de problemas ambientales ante las autoridades.

Planta
Vista

Dado el clima desértico, la región presenta una fuerte radiación solar y vientos que acarrean material particulado y polvo. De ahí que, en primera instancia, la propuesta plantea la idea de múltiples pieles que filtran el viento, además de otorgar sombra. El perímetro que forman los espacios intermedios, ventilados y protegidos del sol, hace las veces de patios y circulaciones.

Fotografía Pablo Casals Aguirre
Fotografía Pablo Casals Aguirre

Al utilizarse principalmente de noche, el proyecto cuenta con una gran lucarna a modo de faro proyectado hacia el barrio: cuando la sede está activa refleja la luz del interior, y da aviso a los vecinos y los invita a participar. Durante el día, la lucarna funciona como un atrio que, al abrir sus ventanas, genera ventilación cruzada.

Fotografía Pablo Casals Aguirre

El color rojo de las fachadas establece una continuidad con el lenguaje urbano de la ciudad, presente en la mayoría de las edificaciones públicas patrimoniales como la municipalidad, la gobernación marítima y la biblioteca. La madera dispuesta diagonalmente y el latón corresponden a materiales predominantes de la época del salitre en la región.

Fotografía Pablo Casals Aguirre

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