Roseti

El proyecto de Estudio Damero y Griselda Balian se organiza a partir de tres niveles bajo una estructura metálica.

Fotografía Javier Agustín Rojas

El barrio de Villa Ortúzar, en Buenos Aires, es conocido por ser una zona residencial, de baja escala y abundante en árboles. La esquina donde se encuentra la obra había sido durante muchos años el “El kiosquito de Fidel”, un comercio barrial que abastecía a una escuela cercana. Muchas esquinas de la ciudad de la primera mitad del siglo XX tuvieron una existencia similar. Así nació el proyecto: mediante la búsqueda de mantener esa referencia y de respetar la escala y la huella de lo que ya existía. La cáscara de la antigua casa conserva su estado original y el ladrillo macizo queda expuesto en su forma natural, sin revoques ni revestimientos.

Axonométrica despiezada

El lote, de 8,66 x 9 metros, recortado por la línea de la ochava, es de los más pequeños que pueden encontrarse en la ciudad. En principio, esta condición lo volvía inapropiado para la construcción de un edificio, y por ende conveniente para la construcción de una casa: una vivienda para una familia compuesta por una pareja con dos hijos.

Plantas, vistas y cortes

La casa se distribuye en tres pisos con una estructura metálica realizada en perfil grey de 16 centímetros. Las losas de steel deckse direccionan según la conveniencia de los encuentros entre la chapa y los perfiles. La estructura organiza la planta y otorga libertad total para el resto de los cerramientos. En la planta baja y el primer piso, grandes ventanales corredizos de madera proponen límites flexibles entre el interior y el exterior. En el segundo piso, donde se encuentran los dormitorios, diez paños vidriados fijos y de abrir se alternan para constituir un gran ventanal.

El proyecto indaga en las relaciones entre lo doméstico y la ciudad: la voluntad de querer mirar hacia ella y la necesidad de mantener la privacidad de un hogar. Por ello, el muro previo de ladrillo permanece en su altura original y los diferentes niveles aprovechan esa cota estratégicamente. Desde el primer piso se ve la ciudad, los árboles y la calle, pero desde el exterior, a nivel peatonal, no se observa el interior de la vivienda. Por otro lado, cada nivel de la casa establece diferentes filtros hacia el exterior.

Un gran fresno ubicado en la vereda de la vivienda proporciona colores y visuales variadas durante todo el año.

El proyecto está articulado alrededor del vacío que linda con la ochava. Un patio de helechos en la planta baja, al que da una terraza seca en el primer piso, hacia donde a su vez asoman los balcones del segundo piso, generando visuales cruzadas, dobles alturas y filtros verticales entre los elementos. Al estar orientada hacia el norte, se propusieron diferentes resoluciones para cada planta: semicubiertos en la planta baja, aleros en el primer piso y parasoles en el segundo. El remate es una terraza a cielo abierto.—

Fotografía Javier Agustín Rojas
Fotografía Javier Agustín Rojas

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