PLOT 79

¡Ya salió PLOT 79!

Hubo un momento en la práctica arquitectónica –un momento clave– en el que un conjunto de herramientas digitales dio paso a que los arquitectos pudieran materializar ciertas ideas y desarrollar nuevos enfoques para proyectos de diversas escalas y en varia- dos contextos. Ciertamente, la experimentación que tuvo lugar desde finales de la década de 1980 y de modo creciente hacia principios de la década de 2000 fue impulsada antes por la articulación de problemas que por la adopción de nuevas herramientas.

PLOT 79 se propone revisar una serie de proyectos que abordan el modo en que la arquitectura interactúa con las herramientas digitales como parte del debate disciplinar contemporáneo. Una sensación de urgencia invade al intentar mapear este fenómeno, lo que confronta con el cada vez más complejo acceso a los materiales digitales producidos, hecho derivado de la constante evolución del software disponible.

Pero si identificamos lo digital como una condición inherente a los fundamentos conceptuales de los nuevos medios –y no necesariamente por los medios digitales en sí–, el encuadre del momento digital –cuándo comenzó y bajo qué circunstancias– se enrarece. Frente a las múltiples hipótesis, esta edición de PLOT ensaya posibles respuestas a la pregunta por los orígenes de “lo digital” en la arquitectura. Lo hace, por ejemplo, Olivier Campagne, en una entrevista con Ethan de Clerk (ver Sección Revista). Los argumentos aquí abordan cambios específicos en las formas de pensar (y visualizar) la arquitectura, así como los cambios tecnológicos resultantes de estos procesos.

Pero la historia quizás comience bastante antes, acaso con la invención de la imprenta, una nueva tecnología de la información que en el siglo XVI, según Mario Carpo, permitió a Palladio desarrollar un enfoque numérico de la arquitectura (When is the Digital in Architecture?, Canadian Centre for Architecture [CCA], Sternberg Press, 2017). Aunque el software parece materializar un diseño y, por lo tanto, retornar a una geometría sin medidas, actualmente los dígitos son leídos por una computadora de la misma manera que el ojo humano escaneaba la página impresa hace cinco siglos. También lo digital aparece en los proyectos escenográficos y las pantallas de multi interacción propuestas por León Greco y AMO (ver Sección Revista). Según Peter Galison, deberíamos buscar los orígenes en el período de intensa y productiva colaboración entre teóricos y experimentalistas científicos, a principios del siglo XX. Aquellas interacciones definieron un nuevo modo de colaboración entre tradiciones intelectuales que, indirectamente, informan el interés por abordar problemas arquitectónicos con nuevas herramientas digitales.

Algo de esto resuena al mirar la arquitectura de OFFICE (ver Sección Práctica). ¿O podría pensarse que es el cambio específico en el soporte utilizado para la representación de conceptos arquitectónicos lo que indicaría el punto de partida de una historia de lo digital? En este sentido, Mark Wigley define la transición de la página blanca a la pantalla negra a mediados de la década de 1960. Stan Allen, por su parte, muestra cómo estos estudios surgieron en un contexto cultural más amplio y enfatiza el interés intelectual y teórico en lo digital por encima de la experimentación técnica o estética. Y Bernard Tschumi insiste en que los estudios permitieron a una generación más joven tomar el control de un discurso que se volvería por demás influyente en los años posteriores.

El argumento planteado aquí es que los arquitectos incorporan las herramientas digitales como extensiones creativas de sus prácticas, otorgando a estas nuevas tecnologías funciones cuidadosamente definidas dentro de un proceso de trabajo. De allí que se haya instalado el interrogante de si no son los entornos interactivos –tanto virtuales como físicos–, y la fluidez de las imágenes entre medios e incluso en la realidad física, característicos de la sociedad contemporánea. Una posible genealogía de esta condición es sugerida por Molly Wright Steenson y Nathalie Bredella en su descripción del diálogo entre artistas y arquitectos en los institutos de arte mediático (ver Sección Teoría), particularmente en Europa, a principios de la década de 1990, debate que generó espacios y redes mediante la interacción entre humanos y tecnología digital.

En su narrativa de los estudios sin papel, Bernard Tschumi se pregunta si lo digital permitió el desarrollo de nuevos conceptos, o simplemente una nueva forma de expresar las inquietudes que definía a una nueva generación de arquitectos. ¿Cuándo es lo digital en la arquitectura?. La confluencia de los diversos proyectos incluidos en la presente edición revela la potencia del interrogante. Y si plantear una pregunta como esta puede conducir a disgresiones y redirecciones que bien restringen el enfoque o cambian las geografías, la llegada de futuros proyectos de investigación y nuevo material de archivo, será todo beneficio para el lector de PLOT.

Magdalena Tagliabue

Directora editorial

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