Mallabia presentaba una implantación en el territorio, típica del ámbito rural vasco, con un pequeño núcleo en torno a la Iglesia, la municipalidad y la plaza, y el resto del municipio diseminado a lo largo de un amplio territorio accidentado geográficamente, cuyos habitantes se concentran en pequeñas agrupaciones de casas aisladas.
A partir de la fisionomía particular del municipio, Azab intentó recuperar la trascendencia especial de un entorno emblemático. Para ello propuso la introducción de una serie de dispositivos que actualizaran la plaza, ampliando sus posibilidades de uso, convirtiéndola en un espacio de disfrute para todas las edades.
Así, en respuesta a la demanda planteada por la ciudadanía, el proyecto se centró en la generación de un espacio cubierto que ofreciera un área de calidad para la socialización durante los días de clima adverso.
Para ello, se cubrió el anfiteatro preexistente de la plaza, convirtiéndolo en un espacio destinado al ocio de todas las generaciones. En este sentido, la polivalencia de usos y la capacidad de albergar simultáneamente varias actividades relacionadas o distintas fue clave para lograr su propósito.
La nueva distribución de usos del área de ocio quedó ordenada por zonas, divididas en tres espacios diferenciados pero conectados, que multiplican las posibilidades del antiguo auditorio, generando una variedad de modos de apropiación del espacio.
La zona superior está destinada a la salud y el deporte, con prioridad a la gimnasia para la tercera edad. Las gradas confortables cumplen dos funciones: ofrecen descanso y permiten controlar a los infantes, y sirven de asientos para el público de posibles espectáculos. Por lo demás, la globalización impone una pérdida de los valores contextuales y sociales en el urbanismo, que se trasladan a sus planes y edificios. Por ello, los espacios se desprenden de sus cualidades referenciales, de tradiciones, paisajes o memoria, para adoptar una estética global regida mayormente por la tecnología y la imagen.
Ante este escenario resulta urgente que la arquitectura recupere los espacios tradicionales, actualizando sus usos y generando lugares simbólicos que faciliten la identificación de los habitantes con su contexto.