La minuciosa exposición de obras, proyectos e investigaciones de Tomás Saraceno ofrece nuevas formas de conocimiento sobre la justicia climática y las perspectivas no dominantes de las formas de vida humanas y no humanas –el aire, las arañas y sus telas–, así como de las comunidades que se ven afectadas por políticas y prácticas ambientales injustas.
Toda la instalación constituye una experiencia multisensorial que exige a los participantes reorientar sus cuerpos hacia el entorno que los rodea, comunicándolos mediante la escucha y el movimiento comprometido. Todo comienza con grupos de participantes preparándose para un viaje. Al ingresar a la instalación, se ven envueltos en una ligera niebla, suspendidos en redes que flotan dentro de 13000 metros cúbicos de aire. Con el escenario listo, comienza el concierto para el aire y las telarañas, mientras la atmósfera se vuelve cada vez más nebulosa, como si el espacio entre los participantes y la telaraña se colmara de partículas de carbono negro PM2,5. Mientras se atenúan las luces, las redes vibran con ondas sonoras producidas por las arañas, que interactúan con sus telas.
Los participantes tienen la impresión de que el interior de la instalación se agranda, al igual que el universo, a medida que las voces no escuchadas de las arañas devienen en vibraciones percibidas. Con la sucesión de acordes y cuerdas, el cuerpo de cada participante se vuelve un oído sensible tanto a la red que resuena por debajo como a los ritmos de otros seres.—