

¿Cómo concebir arquitectura y entorno como semejantes en un contexto como este? ¿Cómo diluir la frontera entre ambos hasta que arquitectura y naturaleza devengan partes de un mismo sistema? ¿Cómo permitir que la naturaleza se inscriba en el espacio arquitectónico y adquiera una presencia compartida entre los usuarios?

El Museo de Arte Zaishui se sitúa en un nuevo desarrollo en la ciudad de Rizhao, provincia de Shandong. Incluye espacios de exhibición, un centro de visitantes y un centro comercial. Está ubicado cerca del acceso al área, junto a un lago artificial, y permite que los visitantes lo atraviesen cuando llegan. Arquitectura y paisaje se fusionaron de manera silenciosa. La superficie atraviesa la implantación, delineando su geometría y proyectándose como una nueva tierra extendida. El edificio se ofrece al visitante como un plano lacustre, un espacio que invita a caminar como quien patina.


Filas de columnas emergen del agua. Sobre ellas, un techo suspendido actúa como un alféizar. Todos estos elementos se revelan simultáneamente. Las columnas repiten un sistema modular que define el nuevo borde, conteniendo el plano de agua y sosteniendo un suelo que se alterna conforme la situación del nivel permita o restrinja el ingreso de agua. Entre las columnas se insertaron paneles de vidrio. Algunas secciones pueden abrirse, lo que otorga a la estructura una cualidad aireada y permite ventilación natural. Las secciones inferiores, ubicadas por debajo del nivel del lago, presentan aberturas que canalizan el agua hacia el interior. A medida que se recorre el edificio, los espacios de exhibición se ubican sobre áreas más amplias; la circulación, por su parte, tiene lugar donde el suelo se estrecha y el agua rodea la escena. En algunos sectores, el techo se eleva y permite el ingreso pleno de luz natural y paisaje. En otros, desciende, reflejando en el agua la luz tenue que se desliza sobre la superficie. El nuevo entorno natural que se revela dentro del museo no replica el exterior, sino que lo condensa.
