Con el fin de que las excavaciones, las explosiones o los rellenos no dañaran el emplazamiento natural, se decidió diseñar la vivienda como un puente de veintinueve metros de luz, que se extiende entre dos mesetas de rocas.
La estructura portante está formada por dos arcos de madera laminada que atraviesan las rocas que el glaciar dejó hace más de doce mil años. Los arcos se transportaron al lugar en helicóptero y se fijaron a soportes de metal, cuidadosamente instalados y anclados en el granito.
La estructura se complementa, además, con dos delicadas cerchas de acero que fijan el volumen al terreno y le brindan protección contra los fuertes vientos costeros.
La casa está conectada a la red de servicios, y la calefacción geotérmica llega al interior a través de una chimenea invertida. El interior de la vivienda convive con la naturaleza en constante cambio que la rodea, al igual que con los arcos esbeltos y sorprendentes que se pueden ver en cada habitación.
Las doce puertas corredizas la dotan de flexibilidad funcional y aportan visuales inesperadas a través de los espacios revestidos en madera contrachapada. Los materiales del exterior fueron seleccionados teniendo en cuenta el clima: madera tratada con sulfato de hierro, ventanas y puertas cubiertas con aluminio en bruto, revestimientos y elementos estructurales de acero inoxidable y zinc en la cubierta.
