El proyecto parte de tres premisas: comprender el valor de la historia de Lleialtat Santsenca (1928), una antigua cooperativa obrera del barrio de Sants; conocer con precisión el estado del edificio para aprovechar todo lo aprovechable; y ser sensibles con todo el proceso colaborativo iniciado por las entidades del barrio en 2009 para recuperar el edificio.
Para ello se plantearon cuatro objetivos básicos: primero, aprovechar todo lo que sea útil de la edificación original, derribando solo lo que no sea reutilizable; segundo, trazar una estrategia de intervención definiendo las acciones imprescindibles, de carácter más conservacionista o aditivo, que permitan recuperar y aumentar el potencial de uso de todos los espacios; tercero, establecer un diálogo intenso –y, si es necesario, tenso– con el contexto; y por fin, elaborar una propuesta sostenible, tanto en relación con la preexistencia como con las nuevas intervenciones.
El edificio consta de tres cuerpos estructurales: el principal, con fachada a las calles Olzinelles y Altafulla, que aloja las dos salas principales (un antiguo comercio en planta baja y sala de actos en primer piso); el central, con acceso desde la calle Altafulla; y el interior, sin acceso a la calle, que forma una L con los otros dos. Las carencias de salubridad en todas las piezas, además de su mala conexión, nos decidieron a proponer un gran vaciado longitudinal, uniendo los tres cuerpos y todas las salas—existentes y nuevas— mediante un recorrido gradual, desde las piezas más públicas hasta las más privadas. El vaciado consistió en la demolición total de la crujía a raíz de la medianera de la calle Olzinelles, para convertirla en una suerte de calle interior, cuya continuidad, en el segundo cuerpo estructural, se alcanza maximizando el patio de luces existente. Finalmente, detrás del cuerpo estructural, un triple espacio contiguo al vaciado de los dos cuerpos previos culmina la secuencia. La sucesión de vaciados configura un atrio que, mediante la aparición de nuevas fachadas contrapuestas a las medianeras originales –con rastros físicos de toda la historia del edificio–, aporta luz y ventilación a todas las salas y se convierte en vertebrador de las circulaciones horizontales y verticales, ofreciendo un nuevo potencial de uso para programas imprevistos.
Los techos existentes no pudieron aprovecharse; solo se conservaron las cerchas de la sala principal, y se construyó una nueva cubierta en todo el edificio, asociada volumétricamente a los tres cuerpos estructurales: tres cubiertas ligeras a dos aguas, de policarbonato celular al sur y chapa aislada al norte sobre estructura metálica, favorecen la iluminación del atrio y facilitan la ventilación, con las ventanas en la parte más alta para facilitar convecciones naturales.
Inspirado en el Teatro Oficina de Lina Bo Bardi, el Atrio es un espacio intermedio bioclimatizado que conecta todas las circulaciones a través de pasarelas y escaleras que evocan la imagen de los andamios de obra. El edificio funciona térmicamente a partir de estrategias pasivas basadas en la inercia y el aislamiento; tres cubiertas ligeras permiten la iluminación natural y facilitan la ventilación.
El aumento de volumen de las cubiertas permite captar energía solar. En invierno capta calor que se revierte mediante recuperadores; en verano se sobrecalienta el aire del estrato superior del Atrio, generando una convección muy potente que expulsa el aire caliente por las ventanas de las cumbreras, accionadas por sensores automáticos. En invierno los espacios climatizados expulsan el aire caliente templando el Atrio. En el tercer cuerpo, excesivamente asoleado, una cámara de aire ventilada con filtro solar permite optimizar la captación en invierno y en verano.—