El proyecto se sitúa en el corazón del barrio de Palermo Viejo, en un típico lote porteño de 8,66 metros de ancho. El posicionamiento en el terreno definió dos grandes vacíos: uno cercano a la calle, que funciona como acceso y cuenta con una parrilla y horno de barro; y uno posterior vinculado a la chimenea exterior y al jardín, de carácter contemplativo.
Entre ambos vacíos se desarrolla la planta baja libre, que acentúa las relaciones entre los patios mediante el uso de losas sin vigas y carpinterías de piso a techo. En el interior, el volumen de toilette y la escalera organizan el espacio y determinan la posición del acceso, la cocina y el estar.
Un sistema de escaleras superpuesto ordena la circulación vertical y conduce hacia la planta alta con tres dormitorios, y hacia un subsuelo donde se ubica la cava.
La casa genera una atmósfera cálida a través de una paleta de materiales reducida que se compone de hormigón visto de tablas, madera de peteribí y travertino.
Teniendo en cuenta su orientación, la casa regula el paso de luz solar a los interiores con un sistema motorizado de cortinas exteriores.
En el patio trasero, una serie de esculturas del artista Leo Battistelli complementan el proyecto de paisajismo de Estudio BULLA.