Un terreno suburbano en esquina destinado a una casa unifamiliar de una planta. La forma irregular del lote exigía algunos ajustes y alineaciones, mientras que la disposición convencional de los dormitorios sugería la necesidad de seguir una especie de cuadrícula para asegurar una clara separación entre los espacios privados y públicos.
El tejado adopta una inclinación, el muro perimetral se curva y la división principal se quiebra, dando lugar a tres elementos distintivos en el desarrollo de la casa. Los espacios secundarios emergen en la retaguardia de la línea escalonada, y el lavadero se desprende de su ubicación convencional para transformarse en una torre independiente.
El volumen es un ensamblaje de dos figuras: un semicírculo inclinado que se acompaña de una aguja esbelta. Las superficies del mismo color nunca coinciden, creando un juego visual entre blanco, negro y azul alrededor de la intrincada forma.
Destaca una chimenea triangular de tono rosa sobre el tejado inclinado. En la fachada de la calle, se presenta una alineación uniforme de aberturas que reflejan la disposición cuadriculada de las habitaciones detrás de ellas.
La curva se interrumpe solo una vez para dar paso a una ventana en el salón. En el interior, la paleta de materiales se mantiene concisa y ordenada, con paredes blancas intercaladas entre suelos de madera y techos de hormigón. Se resaltan los elementos clave con franjas de madera oscura.
La residencia, por fuera, se asemeja a una galería, una boutique o incluso a una capilla. El espacio habitable emerge como el producto de cuidadas intersecciones, donde cada superficie es considerada y celebrada. Se garantiza la armonía entre cuadrículas, disposiciones ordenadas y elementos excepcionales. Un vibrante volumen desafía la monotonía de su entorno con colores alegres. La vivienda se distingue por sus inclinaciones, curvaturas y quiebres, creando una composición arquitectónica única.