La casa consta de tres partes; una sala de estar, un dormitorio principal y otro de invitados. Ambos dormitorios tienen el mismo tamaño y están localizados en extremos opuestos de la casa. La sala de estar es más grande y está ubicada entre los dos dormitorios. El huésped y el anfitrión comparten el salón intermedio. Por la noche comen y beben juntos. Luego, se separan en direcciones opuestas.
Para llegar a su dormitorio, el huésped debe atravesar un patio, mientras que el anfitrión camina a través de un pasillo vacío. Las zonas de estar y de dormir están físicamente separadas, al igual que sus rutinas complementarias que organizan la vida cotidiana: cocinar, comer, ducharse y dormir. Solo en los espacios entre estas rutinas existe la posibilidad de tener una visión general. En la casa, estos huecos se expresan en habitaciones vacías, un vestíbulo y un patio.
La repentina conciencia de estar entre dos momentos puede interrumpir la acción. Es posible que recordemos algo importante que debemos hacer. Este es el propósito de estas habitaciones vacías. Puertas idénticas conectan estos espacios con las habitaciones funcionales, y alineadas, enmarcan largas vistas de la casa.
Desde un dormitorio se puede contemplar el jardín, la cocina y ver a alguien preparándose para ir a dormir. Su sensación de privacidad proviene solo de la distancia. En una tarde cálida, con todas las puertas abiertas, las habitaciones desaparecen y es como estar en un huerto. También hay vistas al jardín, enmarcado por columnas que recorren el borde de la casa.
La hilera de columnas constituye la fachada. No se trata de una fachada que se contempla, si no que se mira a través de ella. Las columnas y puertas se repiten en toda la vivienda, de modo que por separada que esté cada área, se vincula con el todo.