La Casa Ballen consta de dos estructuras separadas, que se vinculan a través de un camino y un gran jardín en el claro de un bosque. En lugar de planificar una única casa grande, se decidió desarrollar un par de volúmenes dispersos, dispuestos de forma singular sobre una pendiente. El lugar solía ser un claro destinado al pastoreo del ganado, lo que permitió reconfigurar el paisaje mediante el diseño de nuevos jardines que unen ambas estructuras.
Una de las casas se eleva cuatro metros sobre el terreno, y se apoya en una única columna en forma de cruz, mientras que la otra, larga y parcialmente hundida, actúa como muro de contención de la topografía.
Se eligieron orquídeas silvestres, bromelias y otras plantas pequeñas semejantes a las del Páramo. El clima frío, alto y montañoso permite que el jardín sea una fantasía de especies que se parecen a otras de mayor altitud.
En el interior se utilizaron los mismos detalles y materiales de las zonas exteriores, lo que forma parte del experimento de hacer que las casas parezcan más grandes, ya que una tiene sesenta metros cuadrados y la otra setenta y cinco. Comparten los detalles de acero inoxidable, los perfiles de las ventanas y el encofrado, que se diseñaron a medida.
En definitiva, las dos estructuras se comportan como una sola casa; y por lo tanto no constituyen un ejercicio de vida mínima, sino un experimento sobre la satisfacción de las necesidades de un espacio más grande, haciendo uso de los jardines como sectores que pueden complementar los interiores.—