El proyecto fue concebido bajo cuatro premisas: generar un único espacio central desde donde se pueda entender la totalidad de la vivienda, lograr una planta baja libre, continuidad interior-exterior y maximizar la ventilación cruzada. Para ello, la arquitecta Jorgelina Tortorici concibió un único espacio de doble altura, que contiene el estar y la cocina, y conduce al siguiente nivel, donde se encuentran los dormitorios.
La estructura consta de un casetonado invertido, sustentado sobre dos tabiques elevados que se extienden en los laterales y apoyan sobre una estructura de hierro. En planta baja se añadió un volumen de ladrillo visto que encierra la habitación principal y el toilette.
Entre ambos tabiques elevados se añadió una piel metálica compuesta por dos perfiles doble T, que sustentan unos paneles con perforaciones circulares, llevados a cabo por MSH. El cerramiento garantiza privacidad a la planta alta al tiempo que filtra los rayos de luz solar.
La fachada frontal y la trasera son más permeables al entorno. Por el contrario, las fachadas laterales son macizas y cuentan con pocas aperturas, dada la proximidad de los lotes vecinos.
En la sala de estar, una serie de puertas corredizas vidriadas brinda acceso a una galería semicubierta, que se complementa con una parrilla y una mesa de comedor, y al jardín trasero, que cuenta con una pileta.
Las aberturas de la vivienda enmarcan el paisaje desde diversos ángulos. Las claraboyas del área social delimitan pedazos de cielo; las ventanas laterales abarcan el paisaje boscoso; el ventanal de doble altura junto a la escalera conecta visualmente con el patio interior; y la ventana corrida central permite vistas panorámicas del Guaíba desde el estar y el dormitorio principal.
La planta alta se resuelve con un entrepiso en forma de “L”, donde están ubicados los dormitorios para invitados y, en el lado opuesto, un estudio que balconea a la doble altura.