Esta es la historia de una antigua fábrica de indumentaria que iba a convertirse en un complejo de viviendas. Sin embargo, la fábrica que se parecía a una casa para que “encajara en el contexto”, idea del propietario original, se transformó en un bloque de departamentos que recordaba a una fábrica por medio de una insinuación arquetípica y existencial.
Cada uno de los tres niveles debía constar de dos departamentos que el presupuesto reducía a una “construcción estándar de vivienda social”. No obstante, la planta abierta existente permitía áreas generosas y vistas panorámicas para cada departamento, creando una tensión espacial.
La geometría de la planta partió del alineamiento existente de las columnas. El eje, descentrado debido a los distintos tamaños de las máquinas que solían ocupar el espacio, aportó una grilla; a partir de ese punto, la geometría dominó la disposición general.
Seis habitaciones cuadradas, una de ellas dividida en dos espacios triangulares, una curva y un pequeño pliegue.
Para establecer un orden se impusieron reglas, excepciones y simetrías desequilibradas. Una secuencia de puertas azules, separadas por la misma distancia, tres columnas de hormigón y la viga brutal producen un sentido de continuidad a lo largo de los departamentos.
La fachada es simple y ordenada, tal como dictaban las reglas del plano. El volumen blanco se ve acentuado por una grilla aparentemente regular de ventanas idénticas y de desagües pluviales utilizados con exuberancia.
La cornisa, la rugosidad de la textura blanca, la repetición de la misma abertura y la puerta azul doméstico que señala la entrada al edificio manifiestan un lenguaje arquitectónico. La economía de medios es solo la contraparte de la retórica impuesta.