El proyecto está situado en Las Compuertas, Mendoza, Argentina, en un largo y angosto terreno con vistas privilegiadas a las montañas. En respuesta al deseo del cliente de construir una bodega sustentable que dejara la menor huella de carbono posible, el estudio propuso un diseño que aprovecha materiales reciclados y elementos en desuso, integrándolos en una construcción funcional y estéticamente única.
La primera misión fue identificar qué elementos reutilizables se podrían obtener en cantidad suficiente y a nivel local. Se recuperaron así las viejas cabriadas de una antigua bodega de adobe, contenedores marítimos en desuso y caños de perforaciones petroleras, entre otros recursos descartados que se transformaron en el esqueleto y la esencia del edificio.
Los caños de perforaciones petroleras dieron vida a las columnas principales de la estructura que, dispuestas en una grilla, sostienen la cubierta de la nave principal. Para armarlas, se unieron cuatro caños tubbing con secciones intermitentes de caños de mayor diámetro en el centro. Las antiguas cabriadas de madera, por su lado, fueron desarmadas y reinterpretadas: con el pendolón ahora hacia abajo aportan un estilo moderno y distintivo al techo de la bodega. Los contenedores marítimos se utilizaron como cerramientos alrededor de la nave central, ofreciendo espacios operativos como la tienda de vinos, salas de degustación, depósitos y oficinas. Este diseño funcional y modular permitió optimizar el uso del espacio sin perder la esencia del reciclaje.
La obra fue un desafío constante, ya que los materiales debían conseguirse en “chacaritas” o rescatarse en demoliciones. Por esto, muchas veces el avance de la misma se vio interrumpido y el diseño, hasta el final, sufrió ajustes y modificaciones sobre la marcha para adaptarse a los elementos disponibles.
Cada pieza rescatada cuenta su propia historia, como las maderas del entrepiso de la vieja bodega que ahora separan espacios dentro de los contenedores, los paneles de aluminio del viejo cielorraso del icónico Hotel Aconcagua que se transformaron en revestimientos, o los restos de maderas macizas de la propia construcción de la bodega que, cortadas en franjas del mismo ancho, ahora cubren por completo la sala de degustaciones.
El resultado es una bodega que combina de manera armoniosa lo nuevo y lo antiguo, con detalles únicos que resaltan la reutilización creativa de materiales, respondiendo eficientemente a la funcionalidad requerida por el proceso de vinificación. El enfoque sostenible y colaborativo entre el estudio y el cliente no solo se redujo la huella ambiental, sino que también le dio al proyecto un carácter auténtico y coherente con su entorno.