En 2019, Studio Bright finalizó la reforma de una vivienda eduardiana situada en una esquina de Ruckers Hill. El proyecto conservó la vivienda original y añadió un nuevo volumen ubicado al fondo del patio trasero. De esta manera, la nueva figura permanece discreta y autónoma, a la vez que aprovecha las vistas del jardín y la luz natural. Los niveles superiores cuentan con amplias vistas de la ciudad.
Para vincular la parte original de la vivienda con el nuevo volumen, se añadió un corredor cerrado que atraviesa el jardín y encierra una pileta. El corredor funciona como un puente y su uso es poco claro, pero admite varias posibilidades: puede utilizarse como espacio complementario de la pileta, como patio cubierto o como cancha de cricket.
La casa antigua tiene un carácter personal y cerrado, mientras que el nuevo volumen es abierto y contiene los espacios sociales. Los cuartos de la parte antigua cuentan con proporciones estándar, ideales para articular dormitorios. Por su parte, el nuevo pabellón posee espacios más flexibles. En este sentido, aunque cada sala está configurada de manera determinada, permite su posterior reconfiguración.
La sala de estar es concebida como un “espacio musical”, con un pesado telón que se abre y deja ver unos escalones que forman el borde del escenario. En la planta superior, dos espacios de usos múltiples albergan una biblioteca, un salón, una habitación de invitados y un estudio.
El ritmo de las formas exteriores del proyecto se basa en el tejido edificado circundante y en los detalles de los edificios adyacentes. Las texturas y el hormigón de la fachada se inspiran en los patrones de la zona y en los cobertizos de los patios traseros a lo largo de la calle.
Asimismo, el estudio incorporó elementos de fabricantes y diseñadores locales. Los vitrales fueron encargados a la artista Nadine Keegan, que representa en sus trabajos historias del pueblo Wurundjeri. Los interiores, que combinan madera, azulejos en colores estridentes, contrastan con los exteriores blancos y monomateriales