El proyecto está ubicado en una reserva privada de 600 hectáreas de bosque nativo valdiviano, a 800 metros sobre el nivel del mar. El terreno propiamente dicho consta de dos hectáreas, una de ellas es un plano inclinado suave y la otra una pendiente más pronunciada que cae sobre el río Los Morongos. La casa, situada en el límite entre estos dos planos, mira hacia el río, con el bosque por detrás.
Nos propusimos experimentar lo “vegetal” como tema de trabajo para el diseño, por lo que la casa debía ajustarse a los atributos plásticos de esa naturaleza: luz (fotosíntesis), tejido (hojas) y madera (árboles). El proyecto fue concebido como un objeto que no pertenece al sitio, que puede desaparecer en cualquier momento, y que nos habla de una condición transitoria de ocupación del bosque.
La transparencia juega con la impermanencia al reflejar en su piel las sombras proyectadas por el bosque y sus movimientos durante el día. La capa textil asume el papel de teñir de dorado la luz (el color de las hojas de roble en otoño) durante el día y de actuar como cubierta de protección en las tormentas, resguardando la carpa de ramas que podrían agrietar la segunda capa, que protege de la lluvia.
La estructura insumió veinte días de construcción. Está mecanizada en CNC y ensamblada con juntas de madera y tornillos.—