Resulta paradójico que, aunque las inmediaciones de la cuenca Matanza-Riachuelo constituyen una de las zonas más densamente pobladas de Argentina, son también de las más contaminadas. Aquello fue el resultado de décadas de desidia y políticas estatales ineficientes que no supieron frenar el vertido de los efluentes industriales, los líquidos cloacales sin tratar y los residuos sólidos.
Hasta no hace mucho, en el barrio de Barracas se encontraba la llamada Villa 26 (también conocida como Villa Riachuelo por su ubicación en los márgenes del río homónimo). El barrio se extendía linealmente a lo largo de trescientos metros y contaba con unos seiscientos habitantes. Durante más de cinco décadas, familias enteras crecieron a orillas del río, exponiendo su salud a los peligros de las aguas contaminadas.
La situación se tornó insostenible y derivó en 2004 en un proceso judicial, iniciado por la demanda de un grupo de vecinos y trabajadores de Villa Inflamable. El proceso culminó en 2008, cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó el famoso fallo “Mendoza”, que ordenó al Estado Nacional, a la Provincia de Buenos Aires y a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a mejorar la calidad de vida de los habitantes y a recomponer el agua, el suelo y el aire de la zona de la cuenca. De aquel fallo derivó el Plan Integral de Saneamiento Ambiental (PISA), que le fue encomendado a la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR).
Parte del plan para mejorar la calidad de vida de los habitantes incluyó la relocalización involuntaria de distintos asentamientos informales y barrios populares. En el caso puntual de la Villa 26, en el año 2015 se trasladaron ciento veinticinco familias al Conjunto Habitacional Luzuriaga.
Un censo realizado por el Instituto de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires (IVC) indicaba que en 2010 en la Villa 26 habitaban doscientas seis familias; en 2016 una actualización de los datos demostró que habitaban allí ciento cincuenta y tres. Es decir que, luego del primer traslado, llegaron nuevos habitantes al barrio y los grupos familiares que ya residían allí se fueron agrandando.
En 2017 tuvo lugar la segunda etapa de relocalización de los habitantes de “La 26”: sesenta y cuatro familias fueron trasladadas al Conjunto Habitacional San Antonio y cincuenta y cuatro al Conjunto Habitacional Santiago de Compostela. A las familias restantes se les otorgaron créditos habitacionales para la compra de viviendas en la Ciudad de Buenos Aires y en el Área Metropolitana. Este proceso de varios años marcó gradualmente el fin de la existencia de la Villa 26 como tal.
El libro La 26 registra, a partir de los relatos de Leonardo Sabbatella y las fotografías de Gian Paolo Minelli, la segunda etapa del proceso de relocalización de los habitantes de la Villa 26. Lo singular de esta publicación radica en que no solo opera como testimonio histórico, sino que brinda una mirada sensible que pretende mantener viva la memoria colectiva de sus antiguos habitantes. No se trata de generar un mero archivo documental, sino de poner sobre la mesa las complejidades del proceso de relocalización involuntaria en un barrio que debió desintegrarse, y con él, el sentido de pertenencia y la noción de comunidad.