


En planta baja, un pasaje interior conecta la calle con el parque, articulando un vínculo entre ambas áreas urbanas y generando un espacio de transición. Esta circulación divide el nivel en dos áreas cerradas, destinadas a usos comerciales y públicos.

La forma del edificio responde a las condiciones de su entorno, buscando proponer un modelo de vivienda social que trascienda la mera función habitacional para forjar vínculos urbanos, promover la equidad social y reforzar la sostenibilidad.


Con cuarenta unidades organizadas en torno de un patio central, el edificio apuesta por espacios genéricos, no jerárquicos, flexibles, capaces de adaptarse a las transformaciones en la vida de sus habitantes.

El patio dispuesto como paralelogramo compacto y ortogonal no solo optimiza la distribución, sino que favorece la regulación pasiva de la temperatura y la ventilación, reduciendo el consumo energético y la carga económica.


Las fachadas se articulan a través de balcones que alcanzan el límite máximo permitido por la normativa y ocupan hasta la mitad de su superficie. La disposición en abanico amplía los espacios exteriores al máximo y refuerza su apertura y habitabilidad.

