El programa del edificio en Sant Boi –que articula viviendas protegidas y de mercado en una convivencia equivalente– demandó prácticamente la utilización total del volumen disponible según la normativa de la zona. Esta limitación, junto con las exigencias de eficacia y sencillez impuestas por los arquitectos, supusieron un reto para el desarrollo de un proyecto con algún valor añadido. Para ello, se desarrolló una propuesta pragmática pero sensible al contexto.
Se comenzó por trazar una planta tipo de 12 viviendas con la mínima cantidad de espacio circulatorio posible, lo que derivó en la implantación de un solo núcleo central, equipado con dos escaleras entrelazadas, dos ascensores y dos núcleos de instalaciones. Esto generó un único portal pasante y un espacio que nuclea las instalaciones en planta baja junto a un área comercial y estacionamientos en el subsuelo.
Con respecto a las viviendas, todos los estares y dormitorios son exteriores, mientras que los accesos, cocinas y baños dan a los corredores comunes compartidos cada tres unidades.
Las fachadas exteriores, construidas con un panel industrial ventilado, son repetitivas y confieren al conjunto, rodeado de espacio público, una imagen rotunda y monumental.
Las fachadas de los patios y corredores interiores tienen un carácter cuasi pintoresco, con celosías, alicatados y pavimentos de baldosa cerámica de amplia tradición en Cataluña.