La Casa Fortunata está situada sobre un terreno boscoso en Caxias do Sul, una ciudad en el extremo sur de Brasil. El acceso desde la calle tiene lugar a través de un camino sinuoso de tierra y grava que traspasa el patio y se extiende hasta la puerta de entrada. No hay muros que delimiten el terreno, solo una malla metálica. Los árboles, en su mayoría Araucarias angustifolias, se destacan en un paisaje entre colinas.
La implantación de la casa surge como respuesta a las limitaciones del lugar. Buscando una mínima intervención en la topografía, el volumen principal se apoya en un pilote que toca delicadamente el suelo y se adapta a la conformación natural del terreno. La tierra obtenida de la excavación de los cimientos fue utilizada como terraplén para la zona de maniobra de los vehículos, y las piedras como parte de los muros de contención.
La división programática de Fortunata es sencilla: en el nivel inferior, bajo el pilotis, hay un garaje; y entrando a la casa se encuentran el vestíbulo y el lavadero. En el nivel superior, a partir de la unión geométrica de cuatro rectángulos, se diseñó una planta abierta, que permite separar las funciones de vivir, trabajar y dormir mediante el núcleo de servicios.
Las tres galerías, construidas con madera utilizada en los encofrados de hormigón, completan el programa y conectan la casa con el patio trasero, para ampliar el salón hacia el paisaje. Sin cortinas ni barreras visuales entre el interior y el exterior, el habitante vive en contacto permanente con la naturaleza.
La casa cuenta con carpinterías de alto rendimiento con ruptura de puente térmico; doble vidriado hermético; aislamiento térmico con EPS en las losas del suelo y del techo y un sistema de calefacción alimentado por combustible ecológico.
El hormigón visto está presente en la estructura, en los cerramientos, en los peldaños de las escaleras y aun en el mobiliario fijo. Se trata de un material que envejece con la misma belleza que la naturaleza, resiste bien la intemperie y requiere poco mantenimiento, incluso con la humedad del bosque. Además, es un sistema muy común en la región, con abundante mano de obra calificada y costos de construcción inferiores a los de otros sistemas.
La estructura se muestra cruda y revela un proceso de construcción que, al mismo tiempo que es riguroso y preciso, posee las imperfecciones características de un trabajo hecho a mano.
“Diseñamos una arquitectura silenciosa, que mantiene un diálogo franco con la naturaleza; ya sea a través de sus muros opacos, que en el invierno austral se confunden con la niebla; o bien por la forma en que el bosque se refleja en sus cristales en los días de cielo azul. Su calidad plástica reside en las relaciones entre planos, vacíos, luces, paisaje y texturas”.
Luciano Lerner Basso