El estudio cubano Infraestudio finalizó una vivienda situada en un acantilado al oeste de la Habana, frente al mar. Aunque el programa previsto era amplio, la casa debía ocupar un solo nivel para integrarse al paisaje natural. Además, debía mantener las características de la construcción preexistente: su perímetro de 14 x 14 metros, el techo a dos aguas y el portal a los cuatro lados.
Por otro lado, y al tratarse de una casa de fin de semana, la propuesta debía ser capaz de abrirse al entorno para aprovechar las vistas y cerrarse una vez de vuelta a la ciudad.
Con estas premisas en mente, los arquitectos tomaron como referencia las cabañas de Soroa y las casas de campo que se usan para secar tabaco, donde la madera de palma cubre todo.
Así, la planta baja abierta concentra todas las áreas sociales y la cubierta esconde el cuarto principal. Los dormitorios para los invitados y el garaje están dispuestos bajo tierra, y reciben luz de un patio largo y estrecho.
El resultado es una casa resguardada, de madera de tabla de palma, que alberga una estructura más grande de vidrio y hormigón armado.