El muro de piedra que delimitaba el terreno y lo recorría longitudinalmente solo dejaba entrever las copas de los árboles del interior. La materialidad y la irregularidad de sus geometrías lo dotaban de carácter y le conferían una presencia especial. Sin embargo, un cambio en el planeamiento urbano obligó a hacer concesiones viales que ampliaban el ancho de calle y hacían imposible mantener el muro existente.
Sin el muro, el reto primero y principal del proyecto fue volver a contextualizar el lote. Hacer una casa con una planta nueva, capaz de responder de forma coherente, respetuosa y honesta al entorno. En lugar de ubicarse en el centro del jardín, se propuso rodearlo. Una casa que actúe como un cerco. Una casa-muro, que permite recuperar la continuidad urbana y experimentar una tipología alargada, desarrollada en planta baja, que se adapta a la topografía y a la nueva geometría de la calle.
La casa prolonga las lógicas materiales y constructivas del muro original, adaptándolas a los requerimientos actuales. Se construyó integralmente con muros de carga, reutilizando piedras del muro existente y mezclándolas con áridos propios del terreno, junto con dosificaciones de cal y cemento.
En esta base de mortero tradicional se añadieron pequeñas partículas aislantes de vidrio reciclado insuflado. En lugar de apilar, se decidió enconfrar el muro y elevarlo con una técnica mixta entre el tapial y el muro ciclópico.
Las capas exteriores que dan a la calle se picaron hasta hacer aflorar la piedra, mientras que las caras interiores se dejaron con la terminación propia del muro encofrado. A lo largo del lote, el muro varía su espesor y en muchos casos se hace tan grueso que permite albergar los espacios más estáticos de la vivienda, o aquellos que requieren más privacidad, como camas, baños, lavadero, despensa, armarios, etc.
Casi todas las escalas del proyecto se resolvieron en una relación casi fractal, relacionando y encadenando espacios cada vez más grandes al punto de abrazar todo el terreno. Se introdujo, además, una secuencia entre los espacios más domésticos y los ámbitos más exteriores.
Las relaciones longitudinales se solucionan por delante del programa más estático, que queda adosado al muro, creando una larga secuencia de galerías que permiten aprovechar las ganancias solares durante el invierno. Cuando hace buen clima, las carpinterías se pueden abrir completamente y dan lugar a una gran galería abierta al jardín. Una transición entre los diferentes climas del proyecto que evoluciona de forma constante a lo largo del año.