El estudio italiano AMAA finalizó la transformación de un antiguo predio rural en una galería de arte. El acceso se da por un portón con marco de hormigón, que recuerda a las representaciones de Edward Hopper. Desde allí se ingresa a un primer jardín que funciona como transición entre el contexto urbano circundante y las galerías de arte.
El recorrido fue concebido para conducir al visitante al interior del espacio expositivo desde el lado más alejado: el lugar se revela poco a poco, siguiendo una secuencia cerrada de espacios.
En el interior de la primera galería, los visitantes se encuentran con un marco negro de hormigón armado. Este recurso se centra en la percepción visual del espectador, haciendo que el ojo esté atento a las capas materiales del espacio. Además, brinda un fondo adecuado para las obras de arte.
El vestíbulo principal se abre por completo, revelando un cerramiento de vidrio que amplía el espacio y enmarca el patio interior, colmado de esculturas del artista Mattia Bosco.
La escalera principal conduce al primer piso. Desde allí se puede apreciar, entre las copas de los árboles, una antigua construcción veneciana que articula un centro histórico.
A partir de las decisiones proyectuales es posible captar la intención de perpetuar una conexión constante con el paisaje: el arte se proyecta hacia el exterior y viceversa.
Hacia el otro lado del predio se encuentra un pequeño atelier, compuesto por una gran puerta corredera de acero que revela una ventana pivotante.
El interior del volumen de hormigón se caracteriza por sus superficies blancas y continuas que ofrecen un contrapunto con el piso de madera recuperado de una guardería de Borneo, enriquecido con tallados infantiles que devuelven la dimensión doméstica al edificio.
El espacio alberga un lugar dedicado a los artistas que exponen en la colección permanente. El revestimiento conjuga los elementos arquitectónicos de la tradición rural veneciana y los rasgos típicos de los edificios industriales.