Amor Vacui

Muestra 20, texto de despedida por Martin Huberman, director y curador general de la Galería Monoambiente.

Monoambiente es un espacio experimental comprometido con el desarrollo de la arquitectura y el diseño contemporáneo. Promoviendo el desafío y el cuestionamiento de los márgenes establecidos, las muestras, acciones y programas alimentan el lenguaje material y espacial de ambas disciplinas. Se fomenta el hacer como recorrido y la colaboración como soporte. La intención es generar un aporte conceptual, material y profesional, estimulando la participación y el diálogo entre arquitectos, diseñadores, estudiantes y el público en general. El espacio funciona como un hito en el ámbito cultural de la ciudad, impulsando experiencias y producciones contemporáneas de diseñadores locales e internacionales.

Fotografía Fernando Schapochnik

M20. Amor Vacui

En el campo del arte el miedo al vacío, más horror vacui, se consolida en la pulsión de llenar todos los intersticios de una obra hasta completar el canvas en su totalidad.

En el diseño de interiores, donde se cree que se acuñó el término por primera vez, aparecen por igual la adoración y el desprecio por este fenómeno. Desde el minimalismo al rococó existen un par de siglos de esfuerzos por hacerse o deshacerse del vacío. En el diseño contemporáneo encontramos en la figura de la eficiencia, una traducción moderna de aquel horror que sabe exprimir al espacio en utilidad. Aparece entonces de la mano de las computadoras la virtud de la miniaturización y la cuasi desaparición del vacío. ¿Es esto posible? ¿O podemos afirmar que existe el vacío en un chip?

En arquitectura la relación es más compleja, el vacío media entre ser un todo y ser una parte, pasando, según el caso, de lo matérico a lo compositivo y de ahí pasa a ser un componente necesario al tiempo que también puede estar mal visto. ¿Es quizás un mal necesario?

En mi caso encuentro difícil hablar de horror, o miedo, siempre que me encuentro hablando del vacío, solo encuentro palabras de amor y Monoambiente es un claro ejemplo de ello.

La galería nació del vacío, en este caso definido como inexistencia, en el contexto local, de un espacio que diera lugar y fomentase otras formas de acercarse a la arquitectura y al diseño. Su arquitectura se adaptó a la del volumen vacío existente, un espacio casi cúbico con pocas características, quizás algunas mochetas, producto de algún que otro inquilino toquetón, un par de puertas, un aire acondicionado Gold Point (santo de mi devoción) y una vidriera que se llenaba de vereda. En diecinueve muestras el vacío se hizo campo de experimentación y se enfocó en darle lugar a diversas miradas sobre la producción, la creación y la redefinición de algunos conceptos que estas disciplinas se hicieron sobre sí mismas.

Es por ello que para la última muestra de Monoambiente en el mítico barrio los Andes de Chacarita no tuve otra posibilidad que darle entidad a ese vacío.

Fotografía Fernando Schapochnik

La Muestra 20 exhibe una mirada nostálgica de la tranquilidad tras la ocupación y el silencio previo a la próxima revolución. Ese momento mágico que fue antesala de las diecinueve muestras producidas.

La Muestra 20 exhibe una mirada nostálgica de la tranquilidad tras la ocupación y el silencio previo a la próxima revolución. Ese momento mágico que fue antesala de las diecinueve muestras producidas. ¿Desdoblando la idea cíclica del antes y del después, mientras plantea la paradoja eterna del huevo y la gallina, respecto de qué hizo de este lugar una galería? ¿Si fue el vacío que abrió el juego, o el lleno que le dio sentido?

Una falsa muestra que pone en valor esa pulsión del espacio arquitectónico en travestirse y devenir. Casas sobre arroyos que fueron radios, paradores que supieron ser supermercados, usinas que son museos o perfumerías como la que abrió Amelia Toulon (involuntaria patrona de nuestro proyecto) junto a su marido a fines de la década del 20 y que más tarde supo ser una Drag Queen llamada Monoambiente. 

La Veinte es, por último, un homenaje tardío a Fermín Bereterbide por su brillante arquitectura popular, hermosa y contagiosa y un agradecimiento a los vecinos del Complejo Los Andes, a todos menos uno, que no supo entender que durante cinco años llenamos ese vacío con amor.

La muestra corona el fin de un ciclo donde la galería, como proyecto de exploración y aprendizaje, buscó a partir de la práctica hacerse de una idea sobre cómo exhibir arquitectura. Es para mí, como director, y para nosotros, como equipo y colectivo de colaboradores y amigos, tiempo de encontrar un nuevo vacío sobre el que poder jugar a investigar.

Texto de despedida por Martin Huberman

Fotografía Fernando Schapochnik
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